Ser republicano


La república es un concepto que va mas allá del debate absurdo de la comparación de costes entre una casa real y una institución presidencial. La república, genéricamente, es el sistema de gobierno basado en el imperio de la ley como la vía adecuada de frenar los abusos que ejercen aquellos con mayor poder individual u organizado. El imperio de la ley es el modo de proteger los derechos individuales y las libertades civiles, defensas de las que no debería poder sustraerse ningún gobierno legitimo.

Alegoria de la república 
La república busca fundamentar toda su estructura mediante el derecho al voto, siendo pues, el pueblo libre, el que con su sufragio de legitimidad y soberanía a todos los estamentos públicos y no solo al legislativo político. El poder judicial, el poder ejecutivo y gran parte de los cuerpos de libre designación o cargos de confianza políticos que en la actualidad son nombramientos políticos arbitrarios deberían ser legitimados por el voto.

Pese a que la república es profundamente democrática, en el sentido que la soberanía reside en el pueblo y este la ejerce con el voto, no debe confundirse república con democracia, la democracia basa sus decisiones en las matemáticas de las mayorías parlamentarias y la república por encima de las mayorías, esta la constitución y los cambios de la misma no los decide un parlamento, si no que deben ser necesariamente refrendados por sufragio universal.

La república es muy vigilante con la división de poderes, su control reciproco y su legitimidad por el sufragio universal, por ello, es fundamental la participación política de los ciudadanos.

Se sustenta filosoficamente con Aristoteles “solo somos libres entre iguales”, que da pie al binomio básico Libertad, Igualdad, con Locke y su propuesta de laicismo de estado, con Cicerón y Maquiavelo en sus tesis de la virtud cívica, con Milton, Rousseau y los padres de la Constitución norteamericana en sus tesis de republicanismo moderno.

La tradición republicana no es contradictoria con los principios liberales, sino que los complementa y potencia mediante una participación ciudadana efectiva. Para ello, es preciso reforzar ciertos elementos, todavía muy débiles, de las democracias representativas que predominan en la actualidad: fomentar una cultura cívica más robusta, alcanzar una mayor igualdad social y organizar unas instituciones políticas que aumenten la calidad de la participación, en especial mejorando los mecanismos de deliberación a efectos de adoptar las decisiones políticas más adecuadas a los intereses de todos (Juan Carlos Velasco Arroyo (2006): "Deliberación y calidad de la democracia”)